miércoles, 9 de febrero de 2011

Sueños que no soñé

El dia que me aburrí de amar al pasado, conocí a Antonio. Y aunque de inmediato intenté buscar en los archivos de mi memoria, me di cuenta que era inutil: definitivamente, jamás había soñado con él.

Me confié, y sin historial ni referencia, me aventuré a vivirlo. Y fue y será el romance más entrañable que llegué a tener.

Antonio no creía posible que mis preferencias profesionales podían ser una carrera universitaria. Todos los días, durante el cigarro que nos fumábamos juntos, me preguntaba por qué era tan rara. Nunca le supe responder.

Me prefería a solas, en silencio y desnuda, supongo que sólo asi podía tener absoluta certeza de mi vulnerabilidad. Le estorbaban mi entorno, mis amigos y mi realidad.

Antonio odiaba los libros, pero pudo haber escrito diez tomos de la enciclopedia del beso perfecto. No era presentable, ni atractivo, ni conversador, pero en mi inolvidable amante jamás necesité de eso.

Astuto como un zorro, muy a su manera, no recuerdo el instante en el que me llegó a dominar. Seguramente pasó entre la 3era y 4ta luna juntos, en sus brazos era imposible no caer en ese lugar común.

A él siempre le agobié, sobretodo en mis momentos de más intensidad. Y yo lo deseé tanto que prefería no pensar en eso. Jamás olvidaré la penúltima noche y la imagen de sus ojos al verme: odiándome por quien era, preguntándose cómo había llegado hasta mi.

Nos dejamos ir tan ruínmente que jamás lo contaré con detalle; esa pasión era digna de un mejor final. Antonio se fue de mi vida sin escuchar que lo amaba, y yo me quedé aquí, esperando al que soñé y que jamás llegó.