viernes, 23 de diciembre de 2011

Yo

Cuando me mudé a esta ciudad, mi vida cambió por completo. Dejé atrás una vida feliz, una madre y una abuela que vivían sólo para mí, una casa llena de comida y de visitas, dejé atrás a mis amigas de toda la vida, a mis hermanas, las mujeres que crecieron conmigo y que ni un solo día dejaron de echarme porras y de extrañarme: Lupe, Chaly, Gloria, Ixchel, Belem, Ania, Aline, Jesie y Letty, quienes hasta hoy me hacen carcajear entre los recuerdos y me reciben cada fin de semana como si nunca me hubiera ido.

Al llegar aquí, el DF me fue muy fácil. De inmediato conocí a otros “como yo”. Fue al instante que me enamoré de esta extraordinaria ciudad, que no ha hecho mas que entenderme. Bastaron pocos meses para que el ITAM, el lugar al que siempre perteneceré, me permitiera conocer a la gente que más admiro y en la que más confío: Dulce, Itu, César, Adrián, Felipe, Jovan, Quintana, Mochis, Angie, Marcelo, mi pepegrillo Pancho, mi antítesis Ricardo Pompa, y muy especialmente, Johanan, mi eterno socio y compañero de aventuras al que quiero de una forma que no puedo siquiera describir.

En los cinco años que pasé estudiando, muchos fueron y vinieron, pero todos, absolutamente todos, me ayudaron a ser una mejor persona, un ser humano crítico y responsable. Todos abonaron a las ganas que hoy guardo. Los itamitas serán mis compañeros de por vida.

Es justo reconocer que en el camino que siguió encontré personas que me transformaron.

El primero fue Luis Estrada, él me enseñó sobre trabajo y rigor, me enseñó a fijarme en los detalles, y por encima de todo, a rechazar la mediocridad. Luis llegó a mi vida cuando la mitad de mis sueños y ambiciones estaban empolvadas, llegó a recordarme todo lo que había olvidado. Hoy sé que Luis llegó a mi vida para nunca irse.

Por casualidad encontré a Ana Vasquez, una extraordinaria mujer, estupenda profesional y gran amiga. Ana me ayudó en mi reinvención y ha estado ahí con la constancia y la honestidad de pocos.

De las sorpresas más afortunadas fue Hanne, mi gordo, quien me ha mostrado un mundo distinto, una vida más libre. Estoy convencida que ella y yo compartimos un pedacito de conciencia.

En algún punto todo cambió. Ese punto fue Ale, la que con su confianza y con todo su corazón, me abrió las puertas de su familia y de su vida. Ale me ha dejado soñar con ella, tomadas de la mano. Con ella he compartido los momentos de mayor satisfacción personal y profesional. Ale es un impulso en mi vida para nunca rendirme.

No puedo dejar de nombrar a los grandes que me dejaron aprender un poco de ellos: Alonso Lujambio, Denise Dresser y Alejandro Poiré. Y en un lugar muy especial, LV, quien aunque no lo sepa, un día cambió mi vida con sus palabras.

Con el impulso de todos he llegado al punto en el que me encuentro. Hoy son tantas las personas que están aquí, que ni siquiera me atreveré a nombrarlos. Sólo puedo decir que no hay nada de lo que me sienta más orgullosa, que de pertenecer a un equipo de talentosos y valientes. Es un honor trabajar y aprender a diario de ellos.

Finalmente, durante 25 años he contado con mi familia. Mención especial merece mi tía Andrea, con su apoyo incondicional y su amor de segunda madre. Están también los Duarte, quienes siempre me han hecho sentir cercana y querida. Y sin duda, Pinita, la joya familiar, mi tío Javier, mi tía Pola, Javi, Pauli, mi pedacito de alma, Ana Pauli, y el recuerdo del hombre que más me ha amado, Chaplin.

Por encima de todos, mi madre, la guerrera, la inspiración, la energía, los brazos siempre abiertos, el amor más grande. Yo sólo poseo una mínima parte de su fuerza, mi madre es una heroína de la vida. Espero un día convertirme en una mujer así.

A todos los protagonistas de esta historia, por su confianza, amistad, respeto, cariño, pero sobretodo, por creer en mí, hoy sólo puede decirles: ¡Gracias! En pequeña o gran medida, ustedes son partícipes de lo que hoy estoy logrando.

Distrito Federal, Diciembre de 2011.